Millones de personas en todo el mundo conviven con pitidos o zumbidos permanentes que aún no tienen cura
Solo en España, hay cientos de miles de personas que nunca escuchan el silencio. Por la noche, cuando todo el mundo duerme, o en un monte, por aislado que se encuentre, siguen acompañados por un pitido continuo o un zumbido que no cesa. Los acúfenos o tinnitus son un problema relativamente común que suele pasar desapercibido para quienes no lo sufren porque no presenta ningún síntoma externo, aunque la “salida del armario” de famosos con esta dolencia, como la presentadora Carme Chaparro o el músico de los Black Eyed Peas Will.i.am., han hecho más visible el problema.
Pese a la cantidad de pseudoremedios que un paciente desesperado puede encontrar en internet, para la mayoría de quienes padecen este trastorno, los tratamientos reales no llegan más allá de paliar el estrés de escuchar un pitido continuo. En los dos últimos años, se ha visto cómo el fármaco AM-101 no respondía a las espectativas en dos ensayos de fase tres, la última que deben superar los medicamentos antes de llegar al público. Otras moléculas que han despertado interés entre los pacientes, como OTO-313, que curaría la enfermedad con una sola inyección, aún se encuentran en la fase II, con suficientes obstáculos y tiempo de pruebas por delante como para moderar las expectativas.
En el ámbito experimental se trabaja en busca de nuevas soluciones, como la que publicaba recientemente la revista PLOS Biology. Un equipo de la Universidad de Arizona concluía en un estudio con ratones que la inflamación de una región del cerebro encargada de procesar el sonido puede provocar el tinnitus y reducir esa inflamación podría ofrecer opciones de tratamiento. Pero entre lo conseguido en ratones y una cura para humanos existe una enorme distancia.
Las causas del ruido que no cesa pueden ser varias. Un daño por un exceso de ruido en el trabajo o durante el ocio nocturno, un tapón en el oído medio o un problema cerebral pueden estar en el origen de un zumbido inexistente que es, en realidad, un síntoma. De alguna forma, el cerebro intenta compensar un daño en el oído y crea el acúfeno. “Es algo muy parecido al síndrome del miembro fantasma, donde alguien pierde un miembro, pero le sigue doliendo porque el cerebro intenta compensar una falta de información periférica”, señala Pedro Cobo, un investigador del CSIC que diseña terapias sonoras para personas con este problema.
“Hay pacientes que tienen un daño auditivo, pero no necesariamente tienen acúfeno. Sin embargo, de los que tienen acúfeno, el 98% tienen una pérdida de audición”, añade Antonio López-Escámez, director científico del Instituto de Investigación Biosanitaria de Granada. Pese a este rasgo común, uno de los frentes de investigación sobre el tinnitus es la búsqueda de un diagnóstico objetivo. Por ahora, se emplean encuestas que dependen mucho de la percepción del propio paciente para evaluar la gravedad del problema.
López-Escámez explica que el acúfeno es una señal de “muchas otras enfermedades, y por eso, lo primero que se debe hacer es ir al otorrino para identificar el origen”. En algunos casos, por ejemplo, cuando existe una pérdida importante de audición, un implante coclear puede acabar con el problema. Para entender mejor el origen de la enfermedad, López-Escámez y su equipo han realizado experimentos con gemelos idénticos para observar si tiene un origen genético. “Hemos visto que los pacientes que tienen acúfenos en los dos oídos tienen un elevado componente genético, y los que lo tienen solo en uno, no”, apunta. Además, observaron que en mujeres jóvenes hay un mayor grado de heredabilidad que en los hombres, una diferencia entre sexos que es infrecuente en las enfermedades.
La investigación mejora el conocimiento de la enfermedad, pero por ahora solo hay tratamientos que se enfocan en ayudar al paciente a convivir con su falta de silencio. Aunque no es la sensación que puede tener alguien que busque en internet “cura para los acúfenos”. “En internet se pueden encontrar muchas pseudoterapias, pero lo que sale son principalmente curas milagro. Es importante que la gente entienda que no funcionan”, apunta Isabel Varela-Nieto, del Instituto de Investigaciones Biomédicas “Alberto Sols” (CSIC-UAM).
Los ensayos que respetan los protocolos científicos han fracasado en fases avanzadas “porque el oído es un órgano muy inaccesible y es necesario hacer un tratamiento local”, asevera Varela-Nieto, que también es jefa de grupo en el CIBERER, dedicado a las enfermedades raras. Aunque estos tratamientos hayan funcionado en modelos animales, el oído humano es más difícil de alcanzar. “Además, está lleno de líquido que se recambia cada poco tiempo y eso hace que el fármaco desaparezca rápidamente y habría que volver a administrarlo, algo que es difícil de hacer en un órgano inaccesible. Se deben resolver estos problemas”, añade.
Mientras se resuelven, lo que funciona son las terapias que ayudan a tener menos presente el ruido. Los tratamientos para la depresión o el estrés pueden reducir la intensidad con que se percibe el tinnitus y la terapia cognitivo conductual, que también se emplea frente a estos problemas psicológicos, ha mostrado su eficacia para ayudar a los pacientes a reducir el impacto que tiene en sus vidas.
Otro de los tratamientos para mejorar la vivencia del acúfeno es la terapia sonora. Pedro Cobo, físico experto en acústica, explica cómo mide las audiometrías de cada oído de los pacientes para crear una curva de su pérdida de audición. Después, con esa curva como referencia, les crea un archivo sonoro de una hora con diferentes formas y tonos, o les diseña algo parecido a un ruido blanco que incorpora la curva inversa de su pérdida auditiva. “Tratamos de estimular la vía auditiva para revertir o paliar el daño”, continúa Cobo.
Con esta técnica ha tratado ya a 46 pacientes, de los que 22 han completado el tratamiento de cuatro meses que aplica. En 20 personas han logrado reducir los niveles de discapacidad que produce el acúfeno. Ahora, quieren ampliar el número de pacientes para poder realizar ensayos que aporten una mayor validez científica al tratamiento.
La exposición al ruido intenso en el trabajo o a través de aparatos como los auriculares son algunos de los factores que están incrementando el número de afectados por estos pitidos inexistentes. A todo ello se añade el envejecimiento que es el gran factor de riesgo para el deterioro auditivo. Por ahora, lo único que funciona es la prevención, evitando volúmenes excesivos, pero investigadores como Varela-Nieto confían en que el problema, que cada vez recibe más atención de los científicos, se acabará resolviendo.